Probablemente habrás oído escuchar mucho últimamente acerca de esta nueva «disciplina». Pero ¿Qué es exactamente?
Bien, la psiconutrición no es una nueva titulación que pueda ejercer un único profesional. Evidentemente, hace falta una formación en la materia y no es algo que debamos dejar en mano de «gurús» de internet y «coaches» nutricionales, deportivos y demás (algo que abunda mucho en redes sociales).
Se trata de nuestra salud mental, emocional y física (no sólo en lo que se refiere al aparato digestivo), teniendo en cuenta que el ser humano es un complejo conjunto de sistemas relacionados e interconectados.
Por ello, cuando hablamos de «ansiedad por la comida», «atracones», «colon irritable» o incluso «Trastornos de la Conducta Alimentaria» se hace necesaria la fusión de ambos profesionales (Psicólogo Sanitario y Nutricionista) para atajar la causa del problema y proponer una solución integradora y sobre todo, individualizada. Lo que le funciona a una persona, no tiene por qué funcionarte a ti: ni a nivel psicológico ni físico.
Relación entre intestino y cerebro
Es cierto que hay una relación importante entre el intestino y el cerebro y esto es así porque las bacterias que forman la microbiota o flora intestinal guardan una estrecha relación con los niveles de serotonina, un neurotransmisor implicado directamente con nuestro estado de ánimo.
Comer alimentos reales (no ultraprocesados), eliminar los azúcares y aumentar el consumo de fibra, frutas, vegetales, legumbres y lácteos fermentados, nos va a ayudar a cuidar nuestra microbiota, a mantenernos saciados por más tiempo y a evitar los picos de insulina que pueden ser los causantes del hambre rápida y voraz.
Y es que cuando consumimos carbohidratos simples con bajo valor nutricional, se eleva muy rápido la glucosa en sangre, por lo que la insulina ha de realizar su papel para aplacar ese pico glucémico (protegiéndonos de una posible diabetes).
Cuando la glucosa baja de golpe, nuestro cerebro percibe que necesitamos más y podemos sentirnos mareados, con ansiedad y nuevamente con hambre. De hecho, cada vez hay más estudios que demuestran la relación entre el consumo de azúcar y el empeoramiento de los síntomas del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) en niños, aumentando la hiperactividad y la impulsividad y disminuyendo la atención.
En lo que respecta a la insulina, hasta ahora solo se conocía su función reguladora de la glucosa en sangre y de la sensación de saciedad, pero nuevas investigaciones apuntan a que esta hormona aumenta notoriamente los niveles de dopamina, un neurotransmisor vinculado a los circuitos cerebrales de recompensa y placer. De ahí que se diga que el azúcar es una droga cuyo potencial adictivo es equiparable a las sustancias de abuso. Y no es para menos.
En cuanto a la obesidad, se ha demostrado que también existe un sustrato neuropsicológico tras ella, estando asociada a la mutación de un gen responsable de modular la sensibilidad a la leptina, la hormona de la saciedad.
No obstante, es importante saber que la leptina en sangre está relacionada con la cantidad de grasa corporal (tanto en personas delgadas como con sobrepeso), de modo que a mayor % de grasa corporal, menor sensibilidad a la leptina y por tanto, más hambre.
Además, se ha demostrado que el número de adipocitos corporales está relacionado directamente con los circuitos neuronales implicados en el refuerzo tras la ingesta, incrementando el valor placentero de la comida.
Cuando perdemos grasa, nuestros adipocitos se reducen en tamaño, pero no en número, y esto es lo que puede predeterminarnos a subir de peso rápido cuando adelgazamos y a que, psicológicamente, a algunas personas les cueste más que a otras.
La buena noticia es que al perder peso reduciremos nuestros niveles de leptina en sangre y el hambre disminuirá. ¿A que cuando llevas un par de meses a dieta ya no tienes tanta hambre como al principio? Pues ya tienes la respuesta.
¿Necesito ir a un psicólogo o a un nutricionista?
Por todo ello, considero importante que si tienes problemas con la alimentación, ya sea porque tienes obesidad y quieres perder peso o porque tienes ansiedad y sufres de atracones, acudas (además) a un psicólogo/a que analice tu caso y te ayude a enfrentar la situación. Cada caso es diferente y el abordaje terapéutico también debe serlo.
En este sentido, tienes que saber que no existen alimentos mágicos que te vayan a aliviar la ansiedad. No existe la fórmula mágica ni la ecuación perfecta, por mucho que contemple el nº de calorías, el tipo y la hora del día a la que se ingiere. Nada va a calmar tu ansiedad si no cuidas aquello que la está causando en tu cabeza.
Si no cuidas la raíz del impulso que te está llevando a comer sin hambre, si sigues culpándote después de hacerlo, si sigues comiendo de forma inconsciente, por aburrimiento, como forma de premiarte o como forma de castigarte; tu relación con la comida seguirá siendo tóxica.
¿Somos lo que comemos? Tal vez, en parte.