Hiponcondría o hiponcondriasis

La hipocondría o hipocondriasis es una enfermedad en la que el paciente presenta un miedo incapacitante a tener y/o la convicción de poseer una enfermedad grave; a partir de la interpretación catastrófica de alguna sensación corporal, síntoma o signo físico.

También llamada «ansiedad por la salud» debido a la ansiedad incapacitante y persistente que provoca en la persona, que convierte su preocupación en un círculo vicioso, desencadenado precisamente por esos pensamientos distorsionados.

¿Cómo se genera este círculo vicioso?

Pues bien, la característica principal de las personas hipocondriacas es la hipervigilancia corporal. Están constantemente focalizando la atención sobre su cuerpo y sobre sus reacciones corporales, lo que genera una percepción distorsionada o exagerada de tales síntomas.

Según el principio de incertidumbre de Heisenberg, padre de la física cuántica, no se puede observar un objeto sin modificarlo. Del mismo modo, cada vez que nos auto-observamos y nos obsesionamos con el funcionamiento de nuestro cuerpo, éste (que probablemente funcionase bien), comenzará a alterarse. Cuidado, esto no quiere decir que podamos provocarnos una enfermedad… Veamos un ejemplo:

Una persona comienza a notar las palpitaciones de su corazón e inmediatamente, comienza a pensar: «¿ Y si tengo alguna enfermedad cardíaca?». Esto, automáticamente, activará su sistema nervioso simpático, encargado de aumentar el ritmo cardíaco ante el peligro. El hecho de que el pulso comience a acelerarse confirmará el pensamiento catastrófico de enfermedad, perpetuando el círculo vicioso.

Sin embargo, este círculo se encuentra afectado también por otros factores mantenedores del problema, como son las conductas típicas en estos pacientes:

  1. Evitación de actividades placenteras o actividades que se creen relacionadas con la temida enfermedad, lo que alimenta más la obsesión.
  2. Comprobación de los síntomas y signos. Tanto si a través de la comprobación logramos calmarnos como si no, sus efectos a largo plazo son negativos. Si logramos calmarnos, estaremos reforzando negativamente el círculo pues el mensaje que le transmitimos a nuestro cerebro es: «bien, sigue preocupándote para prevenir». Si, por el contrario, el síntoma o signo nos sigue mereciendo preocupación, seguiremos con los rituales de observación y focalización, lo que puede provocar el llamado «efecto nocebo», es decir: la aparición de un síntoma somático (físico) a causa de un proceso psíquico (ansiedad).
  3. Rituales y pensamiento mágico. Es muy frecuente encontrar un pensamiento supersticioso detrás de la ansiedad por la salud. «Tocar madera» o «golpear un objeto tres veces», son los más comunes.
  4. Reaseguración: Es muy frecuente que la persona encuentre la necesidad de contar repetidas veces lo que le pasa a amigos y familiares. Incluso, suelen ir varias veces al médico y frecuentar distintos especialistas («doctor shopping») con tal de que alguno de ellos dé finalmente con un diagnóstico. Es importante explicar a los familiares la importancia de no responder a esta necesidad de reaseguración, pues no produce respuestas nuevas y aunque puede producir un breve alivio (reforzando negativamente el trastorno), a largo plazo mantiene la ansiedad.

Entonces, ¿cómo tratar la hipocondría?

No se puede hablar de tratamiento sin antes aludir a las explicaciones científicas sobre la causalidad del trastorno. En este sentido, destacan tres aproximaciones:

  • La conductual: Concibe la hipocondría como un problema de ansiedad en la que los estímulos son de carácter interno y las conductas operantes de evitación y escape toman forma de comprobaciones del estado corporal o de búsqueda de reaseguración. El tratamiento, pues, consistiría en exposición a las conductas de evitación (exposición en vivo con prevención de respuesta) en forma de desensibilización sistemática: exponiéndose primero a las situaciones que menos ansiedad generan y después a las que más.
  • La cognitiva: Añade a la anterior la formulación cognitiva, en la que la hipocondría sería el resultado de la interpretación errónea del significado de las sensaciones corporales normales que la persona considera como indicadoras de una enfermedad física grave. El origen se produciría en la historia del sujeto, en la infancia y la adolescencia, a través de la experiencia directa con problemas de salud o la transmisión de información y se activarían las creencias disfuncionales a partir de un incidente crítico (por ejemplo enfermedad grave de un familiar). El tratamiento pues, consistiría en la reestructuración cognitiva de las creencias disfuncionales y de los pensamientos automáticos.
  • La teoría del estilo somático, sin embargo, concibe la hipocondría como una alteración perceptiva donde los sujetos serían más sensibles a determinados tipos de estímulos internos. Este estilo amplificador podría estar relacionado con un factor constitucional que conllevaría bajos umbrales para la experiencia de dolor, o con aprendizaje social que favorecería la autofocalización en las sensaciones corporales.

Ninguna teoría está reñida con la otra pero sí que proponen un tratamiento diferente entre ellas. A mi parecer, lo más importante es realizar un análisis funcional de la conducta basado en los autorregistros, para que el paciente aprenda a ver cuáles son los estímulos que precipitan la ansiedad y cuáles son las conductas desadaptativas que mantienen el círculo vicioso.

De estas forma, podremos trabajarlo del modo que más oportuno estimemos, principalmente combinando tanto técnicas cognitivas como conductuales.

En la siguiente tabla podemos ver un ejemplo de cómo realizar un análisis funcional:

Ejemplos de autorregistros.
Autora: Marta Prat Beltrán

En la imagen anterior vemos un ejemplo de conducta de evitación, por lo que el tratamiento consistiría en la exposición con prevención de respuesta. No obstante, si la conducta típica fuese la de comprobación o reaseguración, el ensayo conductual consistiría en evitar esa conducta o en instaurar una conducta alternativa y/o antagonista.

En conclusión, lo importante es identificar cuáles son las conductas o pensamientos disfuncionales que están a la base del trastorno y sustituirlos mediante ensayos conductuales y discusión racional. Si combinamos las estrategias cognitivas y las conductuales, las probabilidades de éxito terapéutico aumentan considerablemente.

A rasgos generales, debes tener en cuenta las siguientes consideraciones:

  1. La salud no es sinónimo de ausencia de malestar o dolores puntuales. No pienses en términos de todo o nada.
  2. No evites actividades placenteras por miedo: sigue saliendo con tus amigos, haciendo deporte y disfrutando de tu tiempo de ocio (Cuidado: ¡No aplicable a la situación actual con el COVID-19!).
  3. No prestes excesiva atención a tu cuerpo o se amplificarán las sensaciones. Si además interpretas esas sensaciones como peligrosas, aumentará la ansiedad, con lo que sentirás nuevas y peores sensaciones, que a su vez desencadenarán nuevas y peores interpretaciones. Corta el círculo vicioso de raíz.
  4. No todas las manifestaciones y cambios en nuestro cuerpo tienen explicación. Deja que él mismo funcione y se regule. Te aseguro que sabe cómo hacerlo.
  5. No practiques la sobre-exposición a la información ya que aumentará la ansiedad y las interpretaciones catastróficas.
  6. No busques reaseguración todo el tiempo. Tus amigos y familiares querrán hablar de otras cosas más beneficiosas para ti.
  7. Confía en el criterio de los médicos y confía en que la información que tiene es suficiente. No necesitas nuevas pruebas ni nuevos especialistas. “El doctor shopping” solo empeorará el problema, lejos de hallar otro diagnóstico.
  8. No te automediques ni busques en internet. En medicina y psiquiatria no existen los síntomas patognomónicos. Esto quiere decir, que un mismo síntoma puede estar presente en muchas enfermedades y en ninguna. Ej: tener vómitos o mareos puede ser síntoma de embarazo, de cáncer, de gastrointeritis, de ansiedad… O puede ser simplemente que te has mareado en el autobús o que algo te ha sentado mal.
  9. No pongas la atención sólo en los síntomas negativos. Busca también indicios físicos de salud, que demuestran que estás bien.
  10. Recuerda que la preocupación es el problema.

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