La dependencia emocional parte II: La dependencia desde el punto de vista del aprendizaje

El fenómeno «Love Bombing»

En el último post os hablé de la dependencia emocional desde el prisma de la teoría del apego https://martaprat.es/la-dependencia-emocional-parte-i-la-dependencia-desde-el-punto-de-vista-del-apego/, así que hoy me voy a centrar en explicar cómo se inicia y mantiene esta adicción amorosa desde la psicología del aprendizaje.

Nuestro comportamiento está mediatizado por las consecuencias que éste tiene en el entorno, seamos o no conscientes de ello. Estas consecuencias pueden hacer que hagamos algo a menudo o que, por el contrario, dejemos de hacerlo.

Para quien no haya estudiado psicología, a modo de resumen, podemos distinguir entre contingencias agradables, que aumentan la conducta o refuerzos; y contingencias desagradables, que reducen o vienen a querer eliminar la conducta, es decir, castigos.

En cuanto a los reforzamientos, existen principalmente dos programas: los continuos o fijos y los variables o intermitentes. En los primeros, la respuesta siempre da lugar a un reforzador mientras que en los segundos, la realización de la conducta da lugar a la presencia de reforzador unas veces y otras no. Los programas de reforzamiento fijo o continuo son ideales para instaurar una conducta inicialmente, si bien es cierto que la conducta que queremos reforzar se extingue rápidamente en ausencia de reforzador, por lo que ésta conducta no se mantiene en el tiempo.

Es aquí donde adquieren importancia los refuerzos variables, donde las respuestas se refuerzan unas veces sí y otras no. Este tipo de refuerzos producen un patrón más persistente de respuestas que los programas fijos o continuos ya que debido al carácter impredecible del reforzador, la persona sigue intentándolo repetidamente para conseguir el “premio”.

Si nos fijamos, así funcionan las máquinas tragaperras. Al principio, es fácil conseguir un “premio” y esto hace que se instaure la conducta. Pero después, el reforzador se hace mucho más impredecible lo que mantiene la conducta adictiva en el tiempo. Si a esto le sumamos que la persona puede haber perdido mucho dinero o incluso haberse quedado en “bancarrota”, la necesidad de seguir intentándolo para cubrir pérdidas acentúa todavía más la adicción de seguir jugando.

Es aquí donde entra el famoso y actual fenómeno llamado “love bombing”, una práctica muy común entre manipuladores emocionales y adictos/as al amor.

Volviendo al tema de los refuerzos, ya sabemos que cuando las consecuencias de nuestro comportamiento son agradables es más probable que ésta conducta se repita. Así funciona el “bombardeo de amor”: al principio, las muestras de afecto y los refuerzos positivos (piropos, halagos, acercamientos, etc.) son predecibles y fáciles de conseguir. Esto genera rápidamente por medio de un refuerzo positivo que sigamos acercándonos a esa persona que tan bien nos hace sentir. Sin embargo, el problema reside en que dejamos de buscar esta fuente de refuerzo en otras personas, en otros lugares y en otras actividades.

Imaginaos que acabáis de conocer a alguien y todo el tiempo os dice lo geniales que sois, lo mucho que le encantáis y lo especiales y diferentes que sois en comparación con el resto. Lo que acaba ocurriendo es que nuestro comportamiento e interacción social comenzará a estar controlado por estas contigencias. Es decir, cada vez interactuaremos más con esta persona y dejaremos de interactuar con el resto. Peligroso, ¿verdad?.

Pero lo peor no acaba ahí. Poco a poco suele ocurrir que esta persona dejará de bombardear con amor y sus conductas de afecto comenzarán a ser más impredecibles y controlables por nosotros. Dejaremos de ser tan especiales, tan únicos y empezarán, de repente, a aparecer otros planes y otras obligaciones para esta persona que antes sorprendentemente no existían y que ahora nos sitúan en un segundo (o tercer) plano. Es decir, esta persona ha comenzado a realizar un mecanismo de extinción o de retirada del reforzador.

¿Qué pasa entonces? Pues que nosotros, como adictos a las máquinas tragaperras, ponemos en marcha un despliegue de medios para intentar recuperar esa atención, interactuando de forma más persistente con esa persona para conseguir el ansiado refuerzo y, por tanto, perdiendo tiempo y recursos para interactuar con otras personas. Venga a echar monedas a la máquina a ver si toca.

Si, en alguno de estos intentos, esa persona vuelve a darte un halago o una muestra de afecto, lo que ha hecho es reforzar una tasa de comportamiento elevadísima. Es decir, que vamos a estar interactuando con el/ella todo el tiempo como adictos al juego.

En este punto, es fácil que esa persona nos castigue con silencios, con desaprobación, o peor, con total indiferencia. Vamos, que se ha convertido en el único gestor de tu bienestar, otorgándose un poder sobre ti inconmensurable.

Entonces, aquí es cuando tu cerebro te engaña y ante la falta de control sobre la situación empieza a hacerte sentir culpable de lo que ocurre. Un arma de doble filo: si yo soy el culpable, de algún modo tengo el control. Si algo falla en mí, todavía puedo cambiar o mejorar para conseguir que el otro me haga caso.

Además, como he dejado de interactuar con otras personas y he dejado de cultivar otras facetas de mi vida, mi autoestima está cada vez más resquebrajada por lo que es más fácil para mi cerebro pensar que el error está en mi: no soy lo suficientemente atractivo/a, no soy lo suficientemente interesante o “seguro que si me apunto al gimnasio y pierdo un par de kilos se volverá a fijar en mi”. Error. Créeme, no hay nada de malo en ti.

Ante la bancarrota emocional, ¿cómo recuperar tu autoestima y el control de tu vida?

A todos nos gusta que nos halaguen y que nos traten bien, pero siempre tenemos que intentar mantener un equilibrio en nuestra vida. Del mismo modo que nos pueden gustar mucho las hamburguesas del McDonalds, no podemos comerlas todos los días porque acabaríamos enfermando.

¿Cómo podemos protegernos de la dependencia emocional?

  • Lo primero, plantéate si la persona de la que te estás enamorando también te hace enamorarte de ti mismo/a. Si no es así, quizás no es la persona adecuada. Tendemos a confundir amor con un vaivén emocional de sufrimiento y éxtasis, pero no es así porque esto, literalmente, no hay cuerpo que lo aguante.
  • Por mucho que te guste una persona, nunca dejes de prestarle atención a tus amigos/as, de leer, de estudiar, de preocuparte por tus intereses y tus ambiciones.
  • Nunca dejes que alguien te haga creer que no eres suficiente. Las personas somos diferentes y buscamos cosas diferentes. Intentar buscar más respuestas de las que hay sólo te llevará a hacerte cada vez más preguntas.
  • Expresa siempre con asertividad lo que sientes y lo que necesitas, esto no te hace débil.
  • Si el otro no te entiende o no conseguís entenderos, retírate. Cuanto más sigas en esa dinámica, más fácil es que esa persona se convierta en tu droga: ya ni siquiera te hace bien (tolerancia), pero la necesitas (dependencia).
  • Cuando alguien te retire el reforzador, no sigas buscando en ese lugar. Haz deporte, apúntate a baile, aprende un idioma, estudia una nueva carrera, busca un reto que te haga sentir orgulloso de ti mismo/a y no le otorgues ese poder a otra persona.
  • Quiérete siempre, por encima de todo y de todos. ¿No sabes hacerlo? ¡Pide ayuda!

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