En nuestra sociedad actual se habla mucho de la importancia de tener y cultivar una buena autoestima, pero ¿qué es la autoestima? ¿se trata de un sólo concepto o de una realidad multidimensional?
La autoestima es el conjunto de percepciones, concepciones, imágenes , afectos y juicios que reúne un sujeto sobre sí mismo.
Se trata de un aspecto que se va modificando a lo largo de la vida y que está estrechamente relacionada con el contexto. Además, está formada por tres componentes:
- Componente cognitivo: «Lo que pienso de mí»
- Componente afectivo: «la valoración que hago de mí»
- Componente conductual: «lo que hago».
Sin embargo, la autoestima es un concepto multidimensional que está formado por otros «autos»:
- Autoconcepto: es la imagen que tenemos de nosotros mismos.
- Autoconocimiento: es la capacidad que tenemos de conocernos a nosotros mismos, entender nuestras cualidades y defectos y apoyarnos en los primeros para compensar los segundos.
- Autoaceptación: es la capacidad de aceptarnos tal y como somos, con nuestras fortalezas y debilidades.
- Autorespeto: Es la capacidad de respetarnos a nosotros mismos y de «hablarnos» con compasión y cariño.
De todas estas dimensiones, quizás la menos estudiada y sin embargo, puede que la más importante sea el autorespeto. Una buena pregunta que podemos hacernos a nosotros mismos para saber si nos respetamos podría ser: «si mi mejor amigo/a me dijera las cosas que yo me digo a mí mismo, ¿sería mi mejor amigo/a?». Probablemente, para muchos y muchas la respuesta sea negativa.
Imaginemos a nuestro amigo echándonos siempre la culpa de lo que hacemos, infravalorándonos, cuestionando nuestro comportamiento, denostando nuestro aspecto físico, reduciendo al absurdo nuestros intentos por mejorar. Sería estúpido tener a alguien así al lado, ¿verdad?. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos sido nuestro peor enemigo?.
Una vida sin autorespeto es como subir hacia una montaña con una mochila a la que vamos echando piedras. Un bucle sin sentido. La forma más fácil de autoboicotearnos, de hacernos daño y de paralizar nuestro desarrollo personal.
Por eso es de vital importancia empezar a cultivar nuestro autoestima desde nuestro diálogo interior. De hecho, cada vez son más las aproximaciones teóricas que relacionan el modo de usar el lenguaje con los trastornos psicopatológicos.
Pero, si has de cambiar tu diálogo interno, intenta que este nuevo lenguaje esté basado en el respeto, en la empatía, en el perdón, en la autocompasión. Sé consecuente con tus valores también a la hora de hablarte a tí mismo. Guarda gran parte de la empatía que practicas a diario con otras personas para ti.
Intenta comprenderte en lugar de juzgarte, apoyarte en lugar de criticarte, perdonarte en lugar de culpabilizarte y calmarte y apoyarte en lugar de castigarte cada vez que cometes un error.
Intenta evaluar tus experiencias en torno a los valores que añades a tus intentos y no en torno a los resultados de tus objetivos. Las cosas a veces pueden salirnos mal, pero el respeto y la admiración que sentimos hacia nosotros mismos debería ser estable y debería impulsarnos siempre hacia delante. De esta forma, empezaremos a ver los problemas como parte de nuestro desarrollo y no como algo estático y que nos define.
Es mucho mejor pensar: «he tenido una mala racha, pero estoy haciéndolo muy bien y aún puedo dar más de mi» antes que «soy un desastre» o «no valgo para nada». Al final, la primera frase esconde una atribución de tipo situacional y específica mientras que la segunda se refiere a una etiqueta global y estable. Y son precisamente este tipo de atribuciones las que están a la base de los pensamientos depresivos.
No es lo mismo pensar que «estoy pasando una mala racha» que «soy un desastre» porque la segunda etiqueta implica que, indiscutiblemente, soy un fracaso y que lo soy para todo, sin posibilidad de cambio. Decirnos esto seguramente sea muy injusto ya que no todo se nos da mal y no siempre. Nuevamente, estamos dejando que nuestro diálogo interno nos destruya, siendo nuestra propia profecía autocumplida.
Tanto si crees que puedes hacerlo como si no, en ambos casos tienes razón.
Henry Ford