Estamos en una sociedad en la que continuamente hablamos sobre la normalidad. Pero ¿qué es lo normal? ¿qué se puede considerar normal?
Sobre la normalidad
La psicopatología
La psicopatología es una disciplina que nace con el objetivo de dar cuenta de aquellas enfermedades sin una base orgánica. Aquellas enfermedades que la neurología no podía explicar.
Esta disciplina eclosiona a finales del siglo XX, con el impulso de Krapaelin, psiquiatra alemán que devuelve el protagonismo a la clínica, esmerándose en la descripción de los síntomas.
El término psicopatología, etimológicamente psyché (psyjé): alma o razón. páthos (pazos): enfermedad, logía: o lógos, que significa discusión o discurso racional, puede ser usado en tres sentidos:
- Como designación de un área de estudio: Es aquella área de la salud que describe y sistematiza los cambios en el comportamiento que no son explicados por la maduración del individuo, también entendidos como trastorno psicológico, enfermedades o trastornos mentales.
- Como término descriptivo: Es aquella referencia específica a un signo o síntoma que se puede encontrar formando parte de un trastorno psicológico.
- Como designación de un área de estudio en psicología que, en oposición al estado de salud (tal y como es definida por la Organización Mundial de la Salud: social, psicológica y biológica), se centra en estudiar los procesos que pueden inducir estados «no sanos» en el proceso mental.
Normalidad vs patología
Si hablamos de una psicopatología, una patología de la mente, estamos dando a entender que ésta existe en contraposición a un estado de salud mental que podríamos considerar “normal”.
Esta reflexión nos va a llevar inevitablemente -al carecer nuestra disciplina de métodos objetivos de evaluación- a entrar en la eterna polémica de lo que es normal y lo que no lo es.
La definición tradicional, recogida por el saber popular, podría definir la normalidad como:
aquel conjunto de patrones de conducta o rasgos de personalidad que son típicos o se ajustan a algún patrón estándar de formas adecuadas de comportarse y ser.
Pero bajo esta definición subyace una cuestión fundamental que reviste toda ética clínica y es la consideración de la anormalidad como un continuo. Desde un punto de vista psicopatológico, la anormalidad se categoriza desde los siguientes ejes:
- Anormalidad como desviación estadística
- Anormalidad como presencia de lesión o disfunción fisiológica
- Anormalidad como desventaja biológica
- Anormalidad como desviación del conjunto de creencias y conductas aceptadas por la sociedad.
La anormalidad como un continuo
Esta consideración de la anormalidad como un continuo exige dejar de lado la pretensión categorial de los sistemas de clasificación diagnósticos. De esta forma es posible entender la enfermedad como una dimensión que se ve afectada por factores individuales y socio-históricos.
Desde el punto de vista diagnóstico, la clasificación nosológica es importante debido a que aporta un lenguaje común que favorece el acercamiento multidisciplinar a lo psicopatológico. De esta forma nos ayuda a evaluar el curso y etiología de un trastorno mental.
Es aquí, donde merece una atención especial la definición de trastorno mental como
síndrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad o a un riesgo significativamente mayor de morbilidad, discapacidad, dolor o pérdida de libertad.
Así pues, volvamos al debate inicial sobre la anormalidad y los sistemas de clasificación psicopatológicos actuales. En este caso, podemos decir que, a la hora de diagnosticar a un individuo, se deben considerar los matices contextuales. Aquellos matices contextuales que otorguen mayor flexibilidad a la evaluación psicopatológica.
Sin embargo, tener en cuenta el contexto en el que se desenvuelve la enfermedad mental no nos libra de sobre o infradiagnosticarla.
Lo que en una sociedad ayer fue susceptible de ser tratado, hoy puede verse como una decisión vital.
Un ejemplo muy claro lo demuestra la salida de la homosexualidad de los manuales de psiquiatría en momentos históricos como 1974 (DSM-III) o 1990 (CIE-9).
Perspectivas de la normalidad
Resumiendo, parece que aquello tan intuitivo e identificable al inicio de nuestra reflexión, la normalidad, es en realidad un concepto tremendamente huidizo que ha intentado ser atraído y capturado desde cuatro perspectivas principales como son:
- La salud desde el modelo médico de la OMS.
- El ideal psicodinámico en la forma del hombre pleno.
- Como referente a los valores centrales de la curva de Gauss al aplicar la estadística.
- Desde el cumplimiento de determinados hitos del desarrollo personal al aplicar una perspectiva temporal tal y como defendía Piaget.
Cuatro (o quizás más, infinitas en el fondo) formas de intentar definir la normalidad. Y, pese a todo, ninguna certeza.
Personas normales y funcionales
Por fortuna, en realidad sí existe cierto consenso acerca de lo que no es patológico. Su paradigma es lo que denominamos funcionamiento, un término muy empleado hoy en día en hospitales y consultas.
Se consideran psicológicamente normales o funcionales a todas aquellas personas que se encuentran en armonía con ellas mismas y con su entorno, y que cumplen los requisitos culturales o mandatos de la sociedad. Pueden tener problemas o enfermedades médicas, pero son normales siempre y cuando esto no afecte a su razonamiento, juicio, capacidad y habilidad intelectual o capacidad para adaptarse personal y socialmente. Lo contrario, por fuerza, es la enfermedad.
Las patalogías y el contexto
Sin embargo, no podemos obviar que las patologías no existen como realidades tangibles y aisladas de los individuos que las padecen. Son las ideosincrasias particulares y el contexto del individuo los últimos responsables de que un paciente necesite o no ayuda.
Imaginemos por un lado, a un individuo con fobia a las serpientes que vive en la ciudad y, por otro lado, a un comerciante que, tras un accidente de coche, siente un miedo incapacitante a conducir.
No debemos olvidar que, lo que es tachado de patológico en una sociedad o momento histórico, probablemente no lo sea en otra cultura y en otro tiempo.
Resumiendo
Hay que tener muy presente que las personas somos seres únicos incardinados en una compleja dinámica mental y emocional que difícilmente los libros pueden reproducir.
En definitiva, no podemos pasar por alto que, si bien nuestro trabajo exige que conservemos un lenguaje común para los momentos en los que tratemos con otros profesionales, nuestra profesión nos obliga en realidad a no olvidarnos nunca del paciente.
«Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que actúes como si no la tuvieras»
The Joker